17.3.09

Todo Sobre Ortografía

--Jueves--

Eran las 7:30 de la tarde del jueves 12 de marzo cuando me llamó Pablo. El destino al que me dirigía cambió drásticamente y tal vez fue el mismmo destino el que hizo que la micro en la que iba se quedara en pana justo ahí.
- Oye, mi mamá está súper mal, los exámenes salieron pésimo, no tiene ni plaquetas ni glóbulos rojos.
- Y ella, ¿cómo está?
- Mal, está en cama y ya se le cayó la carita... Yo creo que deberías venir a despedirte...
- Voy para allá. Chao.

No sabía qué hacer. Llamé a mi marido, le dije que me iba para allá y que nos vieramos ahí. Llamé a mi mamá, ella me pasó a buscar al ratito.

Llegué a la casa de mis abuelos y la vi.

Ahí estaba, tendida en su cama. Amarilla, quejándose y casi sin hablar. De a poco fue llegando la gente.

La llevé al baño y le dije que no se preocupara, que todo iba a estar bien, que se fuera en paz... no me entendió nada. La segunda vez que la llevé, perdió completamente la movilidad de su pierna izquierda ... hubo que llevarla en brazos de vuelta a su cama.

Esa noche llegué a mi casa a las 3 de la mañana. Al otro día fui a trabajar.

--Viernes--

El viernes me fui directo a su casa, estaba peor. Las únicas palabras que pronunciaba eran "ya" y "no"
Cuando llegué ya estaba lleno de gente, había llegado Jaime de Temuco y los tíos que estuvieron siempre ahí. También llegó Kiko y los niños.

Todos hablaban, daban su opinión, acompañaban ... se peleaban.
El hermano decía que había que llevarla a la clínica porque allá se iba a sanar y, además, que "lo peor que le había pasado en la vida había sido irse a Arica", donde Maruja y Enrique se conocieron hacía más de 49 años.

Esa noche, 10 para las 12, perdió la conciencia y todos los que estábamos ahí fuimos a acompañarla en lo que creímos era el final. Pero no, a eso de las 12:10 despertó y pidió agua...

fue una larga noche, volví a mi casa a las 5 am.

Entre los cuidados que debíamos propinarle se encontraban limpiarle la boca, por ejemplo, pues ésta se encontraba llena de hongos y además que ya hace tiempo se encontraba con Síndrome de Sjögren, que es un trastorno de la salivación, o sea, estaba llena de hongos y sin saliva. También había que lavarla y hacerle friegas con crema, moverla en la cama para que no se formaran escaras, etc.

--Sábado--

Era sábado, todos estábamos ahí, eran como las 11 de la mañana cuando llegó el hermano de Maruja, Héctor. Insistía en que había que llevarla a la clínica pues en la casa no se le estaban dando los cuidados necesarios. Su mujer, Carmen, le dijo a Enrique que lo que estábamos haciendo con ella era "eutanasia". Enrique enfureció y terminó por echarlos de la casa.

Jaime, que era el segundo hijo de Maruja, creía lo mismo y siguío presionando para que la llevaramos a la clínica. Llamó al oncólogo, - quien el día jueves había dicho que era mejor que se fuera para la casa y que era cosa de días... hasta el martes pronosticó él- y le pidió su opinión y un poco lo forzó a decirle a Enrique que era mejor que estuvieran en la clínica. Él, Enrique, tenía miedo de no estar al lado de la mujer de su vida en el momento en que partiera, decía: "no quiero haber salido de la pieza a fumar o a tomarme un café y volver y que me digan que se murió". Muy válido, a mi parecer.

Hubo una fuerte discusión entre Kiko y Jaime que casi llega a las manos. Cuando se habló el tema, con más calma, entre todos decidimos que había que preguntarle a ella, que aún estaba conciente, qué era lo que quería.
Fuimos con Pablo...
- Mamá... escuchame, abre los ojitos.
- Mmmmh
- Mamá, estuvimos hablando y pensamos en llevarte a la clínica, para que estés bien atendida y más tranquila. ¿Quieres ir?
- Mmmmh
- ¿Quieres ir a la clínica, mamá?
- Sí
- Ya, te vamos a llevar
- Ya
- Mamá, tienes que saber que si te vas a la clínica ahora, no vas a volver a la casa... nunca más.
Ella abrió los ojos bien grandes y no dijo nada más.

Llamamos a Help, pues había que tener una serie de papeles médicos para poder ingresarla a la clínica. Llegó un doctor con dos paramédicos, la examinó, cuantificó saturación de oxigeno, pulso, temperatura y presión. Y nos llamó al escritorio. Dijo que en las condiciones en que estaba, no era aconsejable moverla, que podía fallecer en el ascensor o en la ambulancia y que eso iba a ser terrible a nivel familiar porque legalmente existían muchísimas variables: tendría que llegar un juez a "levantar el cuerpo", llevarla al Servicio Médico Legal, hacerle autopsia y luego ir a reclamar los restos. Con eso Jaime se quedó mudo y no dijo nada más. El médico le puso una vía, le conectó un suero y le inyectó morfina.

Ahí empezamos a buscar un servicio de enfermería a domicilio, pues había que suministrarle varios cuidados que, hasta ese minuto, nadie era capaz de asumir. El tiempo corría y el suero se acababa.
Llamé a varios lugares, hasta que nos llegó un dato y llamé. La verdad es que nadie sabía muy bien qué hacer y desistimos de la idea, ya no recuerdo bien por qué.

A eso de las 4 de la tarde, llamó una señora a la que yo había llamado, Lucrecia era su nombre. Me dijo que quería pasar de todas maneras a ver a Maruja, que ella era enfermera y que tenía, efectivamente, un servicio a domicilio. Este ángel llegó media hora después, con un cargamento de morfina y suero. La revisó, nos enseñó como moverla, cómo limpiarle mejor la boca, cómo cambiarle el suero y a administrarle la morfina.
En un momento, Jaime, que ya no era ningún aporte, se desesperó y dijo que él no se atrevía a cambiarle el suero ni a nada, en ese momento se volvió tan pequeño y tan débil que lo veía como a un niñito mal criádo negándose a hacer las tareas. Ahí supe que yo iba a ser la que se iba a hacer cargo de la situación. Le pedí a Lucrecia que me enseñara bien todo y que me dejara morfina para inyectarle más tarde... así fue como tomé las riendas del asunto.

Esa tarde pasó más tranquila, Maruja ya estaba hidratada y, aunque no tenía dolor, estaba más relajada con la morfina. Era una dosis muy baja, sólo para mantenerla más calmada.
En la noche, Kiko volvió a Viña con los niños.

Me fui a mi casa a las 6:00 am, a dormir un poco y a pasear a mis perros.

--Domingo--

Maruja siempre fue una mujer muy fuerte y muy preocupada de ella y de su apariencia. Nunca dejó de ir a la peluquería, de hecho durante los últimos días, estuvo recién peinada y con las uñas perfectamente cuidadas.

Por lo mismo, se negaba a orinar si no era en la "chata", lo que complicaba la situación por lo incómodo de este aparato. Decidí que había que ponerle una sonda. Necesitábamos una enfermera.
- Aló, papá
- Sí, hija, ¿Cómo va todo?
- Bien bien, oye, tengo un problema
- ¿Qué pasó?
- Se está acabando la morfina, y está con problemas para orinar. Creo que lo mejor es ponerle una sonda, para que esté más cómoda, necesito que venga la Carmen Gloria.
- Ya, me consigo la morfina y nos vamos apara allá.
- Ya, nos vemos

En el camino me llamó para comprar lo que se requiere: un "riñón estéril", una sonda Foley del 12, una bolsa de desagüe, agua esterilizada, gasa, guantes estériles, alcohol gel.
Fue una odisea porque en este país nada funciona los días domingo, fuimos a mil lugares hasta que encontramos todo menos el riñón... y sin eso no podíamos poner la sonda.
Mi hermano, que es oficial de la FACH, se consiguió en el hospital que le prestaran uno y con eso estábamos salvados. El riñón llegó a eso de las 18:30 hrs.
Carmen Gloria me llamó al dormitorio y me dijo que la iba a tener que ayudar. Me enseñó cómo pasarle los implementos y manos a la obra.
A las 19:00 hrs del día domingo, Maruja ya estaba más aliviada.
A las 20:00 llegó una auxiliar de enfermería que mandó el ángel Lucrecia.

Todos dormimos mejor ese día.

Me fui a mi casa a las 00:00 del día lunes.

--Lunes--

Fui a trabajar. A las 12 del día me topé con el jefe de personal y me dijo que mañana a mediodía tenía que ir a firmar mi contrato. Le expliqué la situación, le dije que era probable que el día martes no asistiera a trabajar y me dijo que no me preocupara, que me tomara el tiempo que necesitara.

Me fui directo a la casa nuevamente.
Había estado bien cuidada todo el día. Se había activado el servicio de enfermería ambulatoria de Oncomed, la habían ido a ver y habían dejado más morfina preparada. La auxiliar la había lavado y le había limpiado la boca.

Yo llegué como a las 7:30 de la tarde y estaba todo tranquilo, con la ayuda de las enfermeras, la situación se había relajado bastante, así que se respiraba un aire de más calma.

Maruja seguía tendida en su cama, con otra expresión en su cara, estaba más tranquila, más placida.

A eso de las 10 de la noche, me tocaba ponerle otra dosis de morfina y cuando iba entrando en su pieza, Felipe, un amigo, me dijo que no se la pusiera porque ya estaba "roncando" y que inyectarle más morfina sólo sería adelantar el proceso. ¿¿¿!!!Qué proceso!!!??? Me tuvieron que explicar qué era eso de "roncar"... ahí entendí que quedaba muy poco tiempo.

Me acosté a su lado y le hice cariño en la carita y en su manito. Pablo estaba al otro lado haciéndole cariño también.
De la pieza entraban y salían los tíos y tías. Mi marido se sentó un rato a mi lado, en silencio. Las tías comentaban historias del pasado y se reían... como a la 1:10 decidieron salir a hacerse un café. Nos quedamos Pablo, mi marido y yo con mi abuela.

El "ronquido" se hizo cada vez más fuerte y su respiración cada vez más entrecortada. Cuando las pausas se hicieron más largas, mi marido preguntó si iba a buscar a mi abuelo y Pablo le dijo que no; en la siguiente pausa le dijo que sí. Llegó mi tata y se arrodilló al lado de ella, en el suelo, le tomó la mano.

Ella le regaló su último suspiro y se fue.

Mi tata y Pablo se abrazaron y rompieron en llanto. Mi abuelo casi no se podía mantener en pie.

A la 1:20 comuniqué la noticia a los que estaban en la casa, llamé a mi padre, a mi tío Jaime y a mi prima a España. Un manto de dolor cubría el departamento.

Poco a poco comenzaron a llegar familiares y amigos.

Así fueron los días antes de su partida. Me demoré un año en escribir esto y es que cada vez que lo hacía, el llanto no me dejaba ver las teclas del teclado.

Hoy, 17 de marzo de 2010, se cumple un año de la muerte de mi abuela, la persona que me enseñó todo sobre ortografía.