28.6.08

Cómo sané de cáncer a mi manera...

Por María Orellana Mollenhauer

CÓMO SANÉ DE CÁNCER A MI MANERA.


Nunca pensé que el cáncer pudiera nutrir mi volcán narrativo al punto de reactivarlo intensamente para vaciar y difundir mi experiencia en alternativas terapéuticas no convencionales. Porque lo considero útil, necesario y conveniente no sólo por los buenos resultados que he obtenido y que han prolongado mi calidad de vida -lo que no habría sido posible con las radiaciones y la quimioterapia- sino también porque han ampliado mis proyecciones de sanación definitiva.

Medicina convencional

Mi enfermedad comenzó a manifestarse en febrero de 2007, cuando una leve hemorragia me conduce al consultorio de mi ginecóloga. Después de los exámenes de rigor, clínicos y de imágenes, aquella descarta cualquiera lesión maligna y más bien atribuye el constante flujo sanguíneo a la ingestión de estrógenos. Pasa el tiempo y la hemorragia aumenta, lo que implica un raspado uterino mediante cirugía, cuya biopsia también arroja un resultado negativo. A esa altura, fue necesario adoptar una decisión más drástica porque la anemia amenazaba mi estado general de salud y mis defensas disminuían ostensible y peligrosamente. Así, el 20 de noviembre de ese año me extirparon el endometrio y a los pocos días, la biopsia fue categórica y lapidaria: cáncer.

A partir de entonces, mi vida toma un ritmo vertiginoso entre consultas médicas y exámenes de todo tipo. El primer scanner abdominal y de tórax mostró un nódulo en el pulmón izquierdo que, según el especialista, había que operar de inmediato, pero mi edad exigía realizar exámenes cardiológicos más profundos. Superada esa barrera, consideré necesario, primero, despejar la naturaleza del nódulo pulmonar para saber si era una metástasis del cáncer del endometrio o secuela de un tabaquismo que había abandonado hace más de 25 años, La única forma de saberlo era mediante un PET Scan que sólo realizaba en Chile la Fundación López Pérez, de modo que me sometí a ese examen, que tiene un alto costo. El resultado indicó que en dos meses el cáncer se había propagado a través de la cadena de ganglios del abdomen los que, por su diversidad, eran inoperables, circunstancia que restaba sentido a la cirugía pulmonar. El oncólogo fue categórico: la única alternativa para mí sólo era la quimioterapia vía endovenosa, pero también fue muy honesto al advertirme que no podía predecir buenos resultados porque cada persona reacciona en forma distinta a ese tratamiento. A algunos les prolongaba la vida, a otros no les producía ningún efecto, pero en general trastornaba la vida de las personas. Enfatizó sí que la enfermedad era letal. Osé preguntarle: ¿qué pasa si me niego a seguirlo? Tiene entre 6 y 8 meses de vida –contestó. Era enero de 2008. Quedé de responderle en una semana.

Durante ese tiempo, conversé con los miembros de mi familia, analizando e intercambiando toda la información disponible sobre la enfermedad. Pero en mi interior crecía y se robustecía mi intención de buscar otras alternativas y de no someterme a la quimioterapia, para aprovechar al máximo la buena calidad de vida de que gozo actualmente, sin entorpecerla con molestias, dolores y postraciones que generalmente provoca ese tratamiento, ni vincular a mi familia con mis penurias. Cuando le di mi respuesta al oncólogo, les pedí a mi marido e hijos que apoyaran mi opción y que no me enrostraran el haberme negado a la quimioterapia, si no obtenía buenos resultados con la medicina alternativa. Y a partir de entonces asumí el desafío.

El camino alternativo..

Desde ese instante, me enfrasqué en buscar otras opciones, motivada principalmente por un hecho excepcional que registraba mi historia clínica.. Quince años atrás un parapsicólogo y terapeuta me extirpó y sanó de un quiste del tamaño de una aceituna alojado en mi nervio auditivo derecho y que inclinaba peligrosamente mi tronco cerebral. Su disminución paulatina hasta desaparecer quedó graficada en las resonancias magnéticas y scáneres que me seguí practicando trimestralmente a través de 10 años, cuyas imágenes exhibía al neurocirujano que me atendía, en quien su primitiva sorpresa se transformó en certeza absoluta sobre la bondad del tratamiento, al punto que presentó mi caso a un congreso internacional de neurocirugía. De manera que mi primera reacción apuntó a ubicar a aquel terapeuta, lo que me resultaba difícil porque perdí el contacto desde el término del tratamiento, hace más de 10 años.

Mientras lo intentaba, me di cuenta que hay que actuar con cautela en materia de terapias no tradicionales, debiendo distinguir bien entre las realmente probas y las que se encapsulan dentro de la charlatanería y el afán de lucro, por lo cual hay que dejarse guiar más bien por la intuición y el sentir interno.

En esa tarea, encontré una persona que ejercía medicina tibetana y a través de tratamientos de alto costo, prometía erradicar el cáncer. La tecnología y la infraestructura de su oficina, además de su frialdad y la ostentosa forma de presentar los remedios, me alertaron que más bien correspondían a una empresa dedicada al negocio que a sanar a las personas. Esa situación me produjo desconfianza y deseché ese camino.

También acudí a la consulta de una irióloga, quien coincidió en algo con el diagnóstico de la medicina tradicional, pero me recetó tal cantidad de remedios homeopáticos, que pasaba todo el día preocupada de cumplir los horarios de administración, lo que limitaba mis actividades y me tensionaba.

Simultáneamente, seguí el dato de una profesional que aplicaba el tratamiento de Flores de Bach y viajé a Curacaví en busca de un terapeuta que sanaba después de examinar la orina de los pacientes. Me dijo que había abandonado sus tratamientos desde la muerte accidental de un hijo suyo con el cual los realizaba. Sin embargo, me hizo introducir un par de dedos en una fuente de vidrio con agua y opinó que mi caso era complicado. Pero resolvió ayudarme dándome la dirección de un médico de Limache que practicaba el naturismo. Llegué a ese lugar y aquel me detalló la naturaleza de su tratamiento, enfatizando que sólo 3 personas en Chile poseían el medicamento hindú que él recetaba. Lo describió como un manjar para las células cancerígenas, las cuales lo engullían con deleite, ignorando que contenía una bomba que estallaba y las quemaba; actuando igual que un caballo de Troya. Sin embargo, consideró indispensable que simultáneamente siguiera una dieta naturista, proporcionándome una lista de alimentos permitidos y prohibidos. Entre los primeros figuraba todo tipo de verduras y frutas, especialmente crudas; carnes blancas, pescados, mariscos, legumbres, nueces y almendras, entre otros. Los prohibidos fundamentalmente consistían en carnes rojas de vacuno, cordero y cerdo, grasas, azúcares, café, chocolate.

El medicamento venía envuelto en un papelillo cuyo contenido había que disolver en un litro de agua hervida, ser guardado refrigerado en una botella de vidrio y beber 32 cc. al desayuno y a la cena, de manera que duraba exactamente 15 días Además, me prohibió el consumo de alcohol, advirtiéndome que su ingestión propagaba el cáncer. Incluso debía desechar el uso de colonias y perfumes, como también el consumo de manzanas porque producen alcohol en el organismo a las 4 horas de ser ingeridas. Por último, planteó que a los 2 meses de tratamiento podría apreciar sus buenos resultados, pareciéndole suficiente prolongarlo por 4 meses.

El planteamiento del médico limachino me pareció serio y convincente, por lo cual he seguido el tratamiento durante 4 meses, en forma estricta.

Luego de conversar con aquel, un llamado telefónico familiar me sacudió con una excelente noticia: el terapeuta que me había sanado del tumor cerebral había regresado al país. Lo contacté de inmediato y al expresarle que él había aparecido en el momento que más lo necesitaba, exclamó: -Así son los milagros.

El milagro comenzó con una entrevista al día siguiente, Me examinó y me planteó su estrategia sanadora. Opinó que no debía desperdiciarse la oportunidad de energizarme, primero, a la distancia, lo que haría el 31 de enero a las 2 de la madrugada, fecha a partir de la cual debía cumplir estrictamente el ritual y las indicaciones que señaló, entre ellas guardar reposo absoluto por 3 días. Así lo hice, y al cuarto día me levanté sintiéndome débil y mareada, pero después cada día mejor. En el control del mes siguiente, me recetó 6 inyecciones intramusculares de su propio laboratorio y cápsulas de calcio y potasio, oportunidad en la cual también recibí su imposición de manos sobre mi frente, lo que repitió en el segundo y tercer control. A su juicio, es muy importante fortalecer el sistema inmunológico y proteger el esqueleto con altas dosis de calcio, lo que ha enfrentado administrándome medicamentos de la India que demoraron un tanto en llegar al país, pero que ya los estoy ingiriendo.

Al preguntarle a mi terapeuta si el tratamiento del médico limachino era incompatible con el suyo, lo descartó de plano, aduciendo que ambos perseguían aumentar al máximo mi energía física, psiquica, mental y espiritual y coincidían también en la necesidad de una dieta sana. “Ambos suman y no restan” - opinó.

Tampoco he querido perder la oportunidad de someterme al influjo de los imanes que varias personas me han recomendado. El terapeuta, a quien llamo el “Señor de los Imanes”, está empeñado también en vigorizar al máximo mi sistema inmunológico a través de su técnica que persigue el equilibrio enérgético, y me ha recomendado suspender el consumo de lácteos, excepto el queso de cabra, lo cual también comparte un especialista en Medicina Biológica, a quien he consultado.

El broche mágico que selló mi búsqueda de alternativas fue mi participación en una reunión con un chamán peruano, junto a alrededor de 40 personas que permanecían recostadas en colchonetas en el salón oval de un edificio en la zona norte de Santiago, durante una noche de luna llena del mes de marzo. Al centro del salón, se sentó el chamán y uno a uno recibimos de sus manos un vaso del cual bebimos un brebaje de hierbas de la selva peruana, amargo y potente. Sus efectos comenzaron al poco rato y justificaron el uso de colchonetas porque muchos dormían. Transcurrido un par de horas, el chamán comenzó a cantar invocaciones en lengua quechua o aymará, mientras circulaba a través del salón. Por lo que entendí, trataba de captar energía del universo para sanar el cuerpo y el alma de los presentes. Permanecí allí hasta las 4 de la madrugada, y algo mareada, regresé a mi casa reconfortada y con mucha lucidez.

Terapia holística es esencial.

Mi búsqueda de alternativas tiene una fundamentación teórica poderosa. En su obra “Cómo crear salud”, el doctor Deepak Chopra responde al porqué se producen curaciones espontáneas del cáncer y también señala por qué la medicina convencional no puede explicarlas. Según la medicina cuántica que comenzó a practicar a partir de las enseñanzas de Maharishi Mahesh Yogui, las recuperaciones espontáneas son producto de saltos energéticos en el nivel más profundo de la conciencia, sujetas a la voluntad del enfermo.

A su vez, el Dr. O. Carl Simonton , en su obra “Sanar es un viaje” demuestra el importante rol que las emociones, creencias y actitudes desempeñan en la salud y curación, destacando el poder de la mente y del espíritu en la superación de enfermedades graves.

Por su parte, Laura Day plantea en su obra “El Círculo”que el ser humano tiene la facultad de visualizar varias posibilidades en el futuro y de poder crear lo que desea, al punto que, alineando nuestra energía interior con la energía universal, es posible lograr que un deseo nuestro –el de sanar, en este caso- se cumpla, utilizando las herramientas del espíritu, la imaginación y la intuición.

Hay, sin embargo, un denominador común, según las obras citadas : es esencial que la persona afectada por el cáncer responda primero la siguiente pregunta: ¿quiero vivir?

Aunque la respuesta puede resultar obvia, es necesario hacer un recuento de hechos, circunstancias y situaciones que alguna vez nos han llevado a querer morir, y como el ser humano suele enmascarar sus verdaderos sentimientos, consideré mejor averiguar la verdad a través de ayuda psicológica.

Con este fin, me inscribí en un taller que realizaron Jennifer Middleton, psicóloga y autora del libro “Yo (no) quiero tener cáncer”, y su esposo Jens Bücher, en una especie de retiro espiritual durante 6 días y 5 noches, para quienes es esencial tratar al enfermo grave desde el punto de vista holístico, integral, y no abordar su enfermedad sólo bajo la óptica clínica, ignorando lo que pasa por su mente, espíritu y corazón. Durante esa semana, los participantes de a poco nos fuimos abriendo y afloraron los bloqueos de cada uno, cuyas causas a veces es preciso averiguar con ayuda de terapeutas porque comúnmente el ser humano las oculta, resultando difícil reconocerlas. En mi caso, surgió muy potente mi rechazo a la forma en que se desenvuelve la sociedad actual, ya que detesto convivir con su consumismo exacerbado, su hedonismo desenfrenado, su individualismo recalcitrante, su frivolidad y su falta de caridad hacia los seres humanos en general, que la caracterizan. También debí asumir mi incapacidad de perdonar a algunos miembros de mi entorno por algunas de sus actuaciones en el pasado. Las causas de los bloqueos afloraron y las verdades, aunque dolorosas, fueron asumidas dentro de un clima de mucho apoyo, de comprensión y solidaridad. Pero no todo fue remecer conciencias; también nos divertimos mucho: dibujamos, bailamos, cantamos, hicimos yoga, presentamos improvisados sketches y consumimos alimentos sanos, nutritivos y sabrosos.

Volví a mi casa renovada, con ganas de disfrutar de la vida, viviendo plenamente el presente y amando con fuerza y devoción a mi marido y familia, situándolos en un microcosmos propio, ajeno a las falencias de la sociedad actual.

Conclusiones.

Mi experiencia y las obras leídas que he citado -basadas en investigaciones- revelan que el cáncer tendría origen psicosomático y que para enfrentarlo es fundamental vigorizar al máximo el sistema inmunológico, ya que toda persona tiene células cancerígenas en el cuerpo, las que no se ven en los chequeos regulares y que sólo se detectan cuando su número se ha multiplicado considerablemente.. De manera que cuando el sistema inmunológico es fuerte, las células cancerígenas son destruidas y se previene la multiplicación y formación de tumores. Por el contrario, la aparición del cáncer implica muchas deficiencias de nutrición, lo que puede ocurrir por motivos genéticos, de medio ambiente, alimenticios y por modo de vida. Para resolver tales deficiencias, es imprescindible cambiar de dieta e incluir suplementos nutritivos para reforzar el sistema inmunológico.

La quimioterapia y la radiación destruyen las células cancerígenas pero también dañan las células sanas, los órganos y los tejidos, sin que su resultado sea la destrucción total de los tumores. Incluso, si el sistema inmunológico está comprometido o destruido, producen muchas toxinas, por lo cual las personas pueden sufrir varios tipos de infecciones y complicaciones.

Una manera efectiva de combatir el cáncer es privar a las células cancerígenas de aquellos alimentos que necesita para multiplicarse, como el azúcar, la leche, que causa producción de mucus del cual se nutren las células cancerígenas y que maduran en un ambiente ácido cuyo mayor exponente es la carne roja, que además contiene antibióticos, hormonas y parásitos, muy nocivos para la salud. De modo que la dieta ideal consiste en ingerir un 80% de vegetales frescos, jugos de frutas, granos, semillas, nueces, almendras que ponen al cuerpo en un ambiente alcalino. El 20% restante apunta a comidas cocidas, como legumbres. Los jugos de vegetales frescos proporcionan coenzimas fáciles de absorber. La proteína de la carne es muy difícil de digerir y requiere muchas enzimas, de modo que la carne que no se digiere queda en los intestinos, se putrifica y crea más toxinas. Las paredes de las células cancerígenas están cubiertas por una proteína muy dura, de manera que evitando comer carne, el organismo libera más enzimas que atacan las proteínas de las células de cáncer y permite al sistema inmunológico destruir las células cancerígenas.

Algunos suplementos, como antioxidantes, vitaminas, minerales, ayudan a reconstituir el sistema inmunológico.

Es necesario tener presente que el cáncer es una enfermedad de la mente, el cuerpo y el espíritu, por lo cual una actitud positiva activa ayuda a convertir al enfermo de cáncer en un sobreviviente. La rabia, la incomprensión, el no perdonar, pone el cuerpo en una situación de estrés y en un medio ambiente ácido, Aprender a tener un espíritu amable y amoroso, como también a relajarse y a disfrutar de la vida es muy beneficioso para la salud.

Además, es imperioso el ejercicio diario y la respiración profunda que ayuda a recibir más oxígeno a niveles celulares, dado que las células de cáncer no pueden vivir en un ambiente oxigenado. La terapia de oxígeno ayuda también a destruir las células malignas.

Palabras finales.

A esta altura, tengo pleno convencimiento, no sólo por los buenos indicadores que han mostrado mis exámenes de laboratorio, que el camino alternativo que he elegido ha sido el más certero y espero seguirlo hasta que Dios lo quiera. Estoy segura que se me dará bastante tiempo más para poder cerrar espacios aún inconclusos y que traspasaré con creces el plazo de sobrevivencia que calculó mi oncólogo –agosto de 2008-, gracias a que tuve la lucidez y la voluntad de optar por la senda correcta.

Sólo pido que quienes lean estas líneas difundan mi experiencia ya que comúnmente los medios informativos suelen publicar experiencias “científicas”, sin embargo, omiten muchas que todavía resultan inexplicables a ese nivel, pero que sí existen.



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